jueves, 10 de febrero de 2011

¡Como hombres decimos BASTA YA DE MACHISMO!


Gritamos convencidos y afirmamos que somos anti-machos, anti-tipo, anti-fashion y anti-fachos, porque esa forma aprendida de ser hombre tiene a esta sociedad jodida: violenta, dominadora, maltratadora, desigual, insensible, hipócrita, inscrita en la falsa moral burguesa,  sexualmente dividida. El machismo tiene segmentado el territorio por donde deben transitar hombres y mujeres ¿y l@s demás? ¿Existen? O no queremos que existan… porque así se nos enseñó. El patrón hegemónico de masculinidad se ha convertido en una forma de vida, en un muy mal sentido común. Con éste miden a todo hombre al nacer y esperan que nos midamos a nosotros mismos, incidiendo en cualquier práctica cotidiana, todas políticas.
Hoy levantamos la voz porque no pasamos −ni queremos pasar− el examen de la masculinidad hegemónica… simplemente porque no somos “MACHOS” y reprobamos esa forma de serlo, esa que te obliga a agarrarte las bolas, sin saber por qué, pero lo que sí se sabe, es que así se pretende demostrar que eres “HOMBRE” y por serlo estamos condenados a la mutilación sentimental: a no llorar, ni reír en fotos, ni abrazar a un pana, mucho menos decirle te quiero en público. 
O tienes que vestir de negro, o tienes que  vestir de azul, o tienes que vestir de  gris… en otro color, ya no formas parte del terreno de lo masculino y se aproxima a “lo femenino”, o a “lo marico”, mucho más si vinculas aquellas prácticas y actitudes suprimidas como “lo cursi”, “lo sentimental”, etc. Condenamos la imposición absurda de “colores” que pretenden construir nuestras identidades… ¿Por qué se condena a “lo femenino” y además se estigmatiza “lo marico”?: porque nos enseñaron a ser HOMBRES MACHOS. Negar aquello que esté próximo a  ser exclusivamente machos es no ser hombres. En consecuencia somos dobles opresores, de quienes están a nuestro alrededor y  de nosotros mismos, de nuestros cuerpos: de lo que sentimos, y del territorio físico.
Si no seguimos ese modelo hegemónico, ese modelo aparentemente único de ser hombres, ¿no somos hombres? ¿Qué implica ser hombres? ¿Sólo tener un miembro colgando en el medio de las piernas, ser opresor de sentimientos, ser rudo porque sí, y rascarte el escroto cada 10 minutos, para asegurarnos y hacer visible  que “lo tenemos allí”? Caminando, o  en cualquier momento, nos detuvimos, y nos hicimos estas preguntas.
Seguramente cualquier persona siguiendo el imaginario y la actitud del “macho”, al leer estas líneas, con todos sus prejuicios dirá: “esa vaina es de maricos y afeminados, y no nos importa”. ¿Por qué se estigmatiza lo feminizado? Porque así nos construyeron, como una especie que ha estado por encima de todo lo “diferente”, ¿y es que acaso no es el hombre “macho” un invento? Lo “afeminado” y “lo marico” tiene que dejar de ser un calificativo negativo y convertirse en un sustantivo. 
Asumimos que eso que llaman masculinidad no es un patrimonio innato y exclusivo de hombres heterosexuales, pues son prácticas y actitudes que las asume quien las apropia. Pues constituye una identidad, un rol construido y aprendido. La masculinidad puede ser asumida de maneras muy diversas, hay una diversidad innegable; no es igual cómo asume y ve la masculinidad una lesbiana, a como lo ve un trans, a como lo ve una trans, o una mujer hétero o un hombre heterosexual.
 La masculinidad se asume, se apropia, y se cuestiona, por eso queremos hablar desde una forma diferente de ser hombres heterosexuales, y también desde lo marico, lo raro, lo impuro, lo espurio, lo ilegítimo, lo turbado, lo afeminado, lo trans… y toda aquella manifestación de sexualidad que implique una masculinidad Otra o una sexualidad Otra… de lo que se trata también es de cuestionar con sentido crítico todas las formas en que el sexismo, el hembrismo como expresión del machismo reproducida por la mujer, la heteronormatividad y cualquier expresión que el imaginario y la cultura material machista o patriarcal nos ha heredado históricamente, con el fin de crear horizontes propios partiendo del respeto de identidades también propias.
Sabemos que muchos nos encontramos en el banquillo de los aplazados, no pasamos –ni nos interesa pasar– “la prueba de la masculinidad hegemónica”, pero tampoco nos quedaremos sentados: resistimos desde este espacio y también pateamos la calle. Creemos que la forma aprendida y asumida de “ser machos” deteriora cualquier forma de relacionarnos, deteriora la capacidad creadora de ser, deteriora este mundo.
Proponemos hablar y reflexionar sobre esto con la gente que nos rodea, no aceptar el machismo solo porque aquí ha estado siempre, identifícalo en como hablamos, en las “tradiciones”, en la “cultura”, en los “medios”, en cómo te tratan y en como tratas a la gente. Somos muchos y muchas que queremos liberarnos de este yugo. ¡A organizarse¡

¡Nuestro enemigo común es el machismo!
  
–Cada hombre tiene una revolución interior pendiente–
  
¡Cuestiónate y rebélate contra el machismo!

-El Machismo es quizá lo más visible y lo menos asumido de la esclavitud que no hemos terminado de abolir –


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